

LAS CASAS DE QUECHEREGUAS
A tres kilómetros al norte de la ciudad de Molina, a 125 metros al poniente del camino real, actualmente pavimentado que une a esa ciudad con Casablanca y Lontué, se encuentren las antiguas casonas patronales del fundo Santa María de Quechereguas, las históricas “Casas de Quechereguas”.
La palabra araucana “Quechereguas” viene del “quechu” y de “rehue”, significa cinco distritos o parcialidades.
Una pequeña avenida, rústica y grata, lleva a la plazoleta donde se yergue la que fue capilla de la antigua hacienda. Al lado sur de esta maciza construcción se presenta el gran patio del cuartel deslindado en dos de sus costados por largos corredores de antiquísimos pilares, por el lado norte el patio toca en el murallón de la capilla.
Hacia el costado norte de la capilla está un cuerpo de edificio, con un patio interior cuadrado, de bello ambiente colonial, rodeado de corredores en ladrillados; 24 pilastras de roble, asentadas en bases de piedra labrado a mano, sostienen el techo de tejas de los corredores. Enorme y frondoso palto tienen instalado sus reales en medio del patio.
Uno de los propietarios de estas casa de Santa María de Quechereguas fue don Luis Gatica Luco, en cuyo poder se mantuvieron muchos años. En tiempo de la Patria Vieja, la entonces gran hacienda, tenía como propietario a don Juan Manuel de la Cruz, caballero talquino, ardiente partidario de la causa del Rey.
Con el correr de los años aquel vasto predio se fue dividiendo; el histórico nombre lo llevan en la actualidad los fundos “Santa Lucía de Quechereguas”; “Santa Adela de Quechereguas”; los “Huertos de Quechereguas” y por cierto, el lugar donde todavía se levantan las viejas casas, el corazón de Santa María de Quechereguas.
El historiador talquino, don Guillermo Feliú Cruz, en visita al histórico sitios, aseveró que las construcciones databan de 1772, es decir de los años de la construcción del puente de Cal y Canto en Santiago, posteriores apenas en unos 30 años a la fundación de San José de Buenavista de Curicó.
En los días de la Guerra de la Independencia, las espaciosas construcciones estaban rodeadas completamente por gruesos muros de adobones que abarcaban extenso perímetro. Aún pueden verse restos de aquellos muros, que hacías de las casa de Quechereguas n verdadero fortín rural, muy apto para emergencias defensivas. Sólo así se explica más que el interés, las ansias de los jefes militares de ambos bandos por acogerse el reparo de sus muros.
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